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sábado, 13 de abril de 2013

DEFINICIONES DE SEPSIS

Definiciones de sepsis
La sepsis debe ser definida como una respuesta sistémica a la infección que se acompaña de cierto grado de disfunción orgánica.
Dres. Jean-Louis Vincent, Steven M Opal, John C Marshall, Kevin J Tracey
Lancet 2013; 381:774–75



Los griegos de la antigüedad se referían a la sepsis como pudrición, descomposición o putrefacción. Galeno y Celso describieron los signos de la inflamación como vasodilatación periférica (rubor), fiebre (calor), dolor (dolor), aumento de la permeabilidad capilar (tumor), y disfunción orgánica (funcio laesa).
El concepto moderno de sepsis se ha centrado en la respuesta humana a los organismos invasores. En 1991, una Conferencia de Consenso de Norteamérica introdujo la idea de que la sepsis es la respuesta inflamatoria del huésped a la infección. Para simplificar, se definió el síndrome de respuesta inflamatoria sistémica (SRIS) sobre la base de 4 variables: temperatura, frecuencia cardiaca, frecuencia respiratoria, y recuento de glóbulos blancos. Para que un paciente cumpla con los criterios de SRIS solo se requiere la presencia de anormalidades menores de estas variables.
Estos criterios clínicos simples permitieron a los investigadores identificar a los pacientes que podían participar en los ensayos de sepsis y fueron adoptados rápidamente. Sin embargo, el enfoque de SRIS tiene tres grandes problemas.



Primero, los criterios de SRIS son tan sensibles que hasta el 90% de los pacientes ingresados a una unidad de cuidados intensivos cumple con esos criterios. El SRIS puede estar ocasionado por muchos procesos clínicos no infecciosos, como los traumatismos graves, las quemaduras, la pancreatitis y los episodios de reperfusión isquémica. Si la sepsis es definida por la presencia de criterios de SRIS más una infección, y como casi todos los pacientes gravemente enfermos cumplen con los criterios de SRIS, entonces la sepsis efectivamente es igual a la infección. Pero, a pesar de que todos los pacientes con sepsis tienen una infección, lo contrario no es necesariamente cierto—es decir, no todos los pacientes con infección tienen sepsis.
Segundo, la infección se acompaña realmente de una respuesta del huésped y, de hecho, es un componente importante para diferenciar la infección de la mera colonización. Casi cualquier infección—incluso una enfermedad viral menor—típicamente se asocia con fiebre y otras alteraciones como la taquicardia, cierto grado de hiperventilación y leucocitosis. Esta respuesta del huésped tiene aspectos beneficiosos; la reducción o ausencia de dichos signos de respuesta podrían sugerir que el individuo está inmunocomprometido.
Tercero, descifrar el papel de la infección en la patogénesis del SRIS ha sido difícil porque la inflamación estéril (presente, por ej., en el trauma grave, las quemaduras y la pancreatitis) y la infección pueden provocar signos clínicos de inflamación sistémica aguda similares. Por otra parte, en cualquier paciente podrían estar presentes simultáneamente varios factores de estrés.
Una segunda Conferencia de Consenso en 2001 intentó revisar los criterios de SRIS, pero no pudo llegar a concretar una lista de variables que definan la sepsis. Si los delegados ampliaban la lista de posibles criterios clínicos corrían el riesgo de que la definición resultara menos específica. También trataron de enumerar criterios mayores y menores, como la endocarditis, pero no pudieron identificar ninguno significativo. Por lo tanto, se siguen utilizando los criterios de sepsis de 1991.
Para llegar a una definición más precisa de sepsis que la que surge de la aplicación de los criterios de SRIS, es necesario establecer si es lo mismo sepsis que inflamación estéril. Varios procesos infecciosos que se asocian con la lesión tisular aguda y la activación inmunitaria innata pueden inducir un síndrome clínico similar a la sepsis, incluyendo el politraumatismo, la pancreatitis, el rechazo del trasplante y la enfermedad autoinmune. Si el SRIS está mediado por endotoxinas endógenas o un estímulo no infeccioso, puede ser muy  difícil establecer una definir. Sin embargo, dicen los autores, se sabe que la sepsis se presenta por la activación de una respuesta inmunitaria innata a un estímulo peligroso para el huésped.
Desde el punto de vista molecular, la respuesta del huésped a la infección inicial no tiene una diferencia apreciable con la respuesta del huésped a la inflamación estéril de los traumas graves, las quemaduras, las lesiones por reperfusión isquémica u otras formas de lesiones tisulares que  se acompañan de necrosis celular.
El trabajo de las últimas décadas ha mostrado que el patrón de reconocimiento de los receptores, como el de los receptores símil Toll y las familias de proteínas de los dominios de oligomerización de nucleótidos, inicia diferentes respuestas celulares. Junto a estas respuestas la sepsis sufre cambios fenotípicos.
Los receptores son activados por estructuras moleculares microbianas conservadas, como la endotoxina o el ácido lipoteicoico. Pero el patrón de reconocimiento de los receptores utilizados por el sistema inmunitario innato para unirse a los ligandos microbianos es el mismo que el de los receptores que reconocen las alarminas derivadas del tejido del huésped y que están patológicamente presentes en el ambiente extracelular. Por ejemplo, durante la lesión estéril, el grupo de alta movilidad Box 1 (HMG1B) se libera y envía señales a través de TLR4 para mediar el daño orgánico, incluso en ausencia de infección.
Tanto la infección invasiva como la necrosis tisular estéril estimulan la activación inmediata de la inflamación, la coagulación, la depuración microbiana y la reparación tisular, para estabilizar y defender al huésped de lesiones posteriores. Los signos clínicos solos no alcanzan para distinguir esta inflamación estéril de una inflamación originada por la infección. Este efecto explica porqué el fenotipo del SRIS es clínicamente indistinguible en los pacientes con infección grave y las personas con lesión grave sin infección concomitante.
Entonces, para erradicar a los microbios invasores (sepsis) o reparar los tejidos (sepsis y lesiones tisulares estériles), o ambos, las defensas inmunitarias innata y adaptativa actúan en forma combinada. En un análisis comparativo de transcriptomas, Xiao y col. comprobaron que inmediatamente después de un trauma o quemadura grave, y en las personas que recibieron endotoxina bacteriana por vía intravenosa, los leucocitos de los pacientes muestran una elevada concordancia de alta fidelidad de las señales del ARN mitocondrial. Estas observaciones indican que en la inflamación estéril y la infección invasiva, las redes de señalización se activan en forma similar y superpuesta.
Entonces, se preguntan los autores ¿dónde coloca ésto a nuestras definiciones? La sepsis no es simplemente la respuesta del huésped a la infección, ni tampoco es lo mismo que la inflamación estéril. Más bien, la septicemia es perjudicial para el huésped, es la respuesta inflamatoria a la infección no resuelta que promueve la disfunción de los órganos. Cuando los pacientes desarrollan una  infección viral de las vías respiratorias superiores con algo de fiebre y taquicardia y sin complicaciones, la mayoría de los médicos no se refiere a los pacientes como sépticos.
"La sepsis es una condición que amenaza la vida y aparece cuando la respuesta corporal a una infección daña a sus propios tejidos y órganos"
El término sepsis suele reservarse para los pacientes con una infección que “se ve mal” y cuya condición es tan grave que requiere la internación en la unidad de cuidados intensivos o un seguimiento más cuidadoso. En un Simposio Merinoff, el International Sepsis Forum escribió "la sepsis es una condición que amenaza la vida y aparece cuando la respuesta corporal a una infección daña a sus propios tejidos y órganos"—ésta es la última apreciación de la sepsis.
Es importante destacar, dicen, que en la sepsis, las respuestas proinflamatorias y antiinflamatorias coexisten y pueden llevar a la inmunosupresión. La respuesta que predomina en el fenotipo clínico varía entre los pacientes y a lo largo del tiempo en cada paciente.
¿Cómo puede definirse la respuesta desregulada del huésped mediante criterios clínicos?
“Lo que queremos decir cuando nos dicen que un paciente ´se ve mal´ es que existe un cierto grado de disfunción orgánica—por ejemplo, hay un cierto grado de hipotensión arterial, el lactato en sangre está ligeramente elevado, el intercambio de gases está alterado, o, el paciente está obnubilado o confuso. El examen sistemático de la función orgánica en el paciente infectado incluye 6 sistemas de órganos: cardiovascular, respiratorio, renal, neurológico, hepático y de la coagulación.
Otros órganos, como el intestino o el sistema endocrino son más difíciles de evaluar objetivamente. Cualquier tipo de disfunción orgánica asociada indica que existe una enfermedad grave y potencialmente mortal que debe ser tratada en forma rápida y adecuada con el fin de prevenir el desarrollo de un fallo multiorgánico y optimizar los resultados clínicos.
La sepsis difiere de la inflamación estéril, no por la naturaleza de las vías de respuesta activadas por el huésped, o por los tipos de disfunción de órganos, sino por la presencia de un proceso infeccioso subyacente. Por lo tanto, la prioridad en el manejo de un paciente con sepsis es identificar el foco de infección invasiva. La gama de infecciones que pueden inducir la sepsis es amplia, y el fenotipo clínico está, al menos en parte, determinado por el organismo infectante.
Generalmente, la infección bacteriana se puede diagnosticar mediante métodos convencionales (cultivo, sensibilidad) y el sitio de la infección puede ser identificado por los hallazgos clínicos, complementados con exámenes radiográficos. Las infecciones micóticas y parasitarias se sospechan por el contexto clínico. Las infecciones virales pueden ser un desafío diagnóstico fuera de una epidemia o pandemia epidemiológicamente definidas, pero los nuevos análisis basados en los ácidos nucleicos están permitiendo un diagnóstico más rápido y preciso.
El tratamiento rápido con antibióticos y medidas de control de la fuente infecciosa pueden ayudar al huésped a desembarazarse del patógeno; el objetivo terapéutico es la iniciación precoz de esos tratamientos y el mantenimiento de la perfusión. Una vez que el huésped ha eliminado al patógeno, el resultado clínico probablemente dependerá de lo bien que se hayan manejado las complicaciones de la infección residual o el SRIS.
Los autores expresan que los términos sepsis y sepsis grave a menudo se usan indistintamente y que para aclarar esta situación proponen incluir la evidencia de disfunción orgánica en los criterios para el diagnóstico de sepsis, es decir, la sepsis debe ser definida como una respuesta sistémica a la infección con la presencia de algún grado de disfunción de órganos.

martes, 9 de abril de 2013

DIFERENTES OPCIONES TERAPÉUTICAS PARA LOS PACIENTES DIABÉTICOS CON DOLOR NEUROPÁTICO

La neuropatía diabética periférica se observa en la mitad de los pacientes diabéticos y suele asociarse con dolor. Existen diferentes opciones para su tratamiento; la elección del fármaco depende de las características y de las necesidades de cada paciente.
Dres. Tesfaye S, Vileikyte L, Boulton A y colaboradores
SIIC
Diabetes Metabolism Research and Review 629-638, Jun 2011



Introducción y objetivos
El objetivo de la presente revisión fue evaluar la última información disponible sobre la neuropatía diabética periférica (NDP) dolorosa, y elaborar recomendaciones diagnósticas y terapéuticas consensuadas a partir de ella. Se estima que hasta el 50% de los pacientes diabéticos crónicos presentan NDP, un cuadro asociado con un aumento de la morbimortalidad. La forma crónica de la NDP es la más frecuente y la mitad de los pacientes pueden sufrir dolor, síntoma que motiva la mayoría de las consultas médicas. La prevalencia de dolor en estos enfermos oscila entre 10% y 26% según el estudio considerado.

El dolor asociado con la NDP suele describirse como quemante, eléctrico, lancinante o parestésico. La alodinia también es común, al igual que el malestar para deambular y las sensaciones subjetivas de alteración de la temperatura. En ocasiones, los síntomas ascienden hacia los miembros inferiores y superiores. Con frecuencia el dolor se intensifica durante la noche y afecta la calidad del sueño y, en consecuencia, el funcionamiento diurno. Los fármacos utilizados para disminuir el dolor pueden actuar en forma directa e indirecta sobre la calidad del sueño.

El dolor puede generar un malestar persistente más allá del tratamiento con diferentes fármacos, lo cual se acompaña de una elevada utilización de recursos, una limitación cotidiana significativa e insatisfacción con el tratamiento. La cronicidad de la NDP dolorosa puede acarrear depresión, ansiedad e insomnio, además de tener consecuencias negativas sobre el funcionamiento psicosocial del paciente. A su vez, la disfunción física y psicosocial contribuye al aumento de la sintomatología depresiva. En general, el dolor tiene un curso fluctuante y disminuye junto con el empeoramiento de la disfunción sensorial. No obstante, en otros casos no se observa una remisión clínica significativa.
NDP aguda
La NDP dolorosa aguda es una variante diferente y menos frecuente de la NDP dolorosa crónica. En el examen físico, los pacientes presentan menos signos neurológicos y refieren dolor intenso, en ocasiones asociado con disminución ponderal, depresión y disfunción eréctil en los hombres. En general, el cuadro clínico aparece tras una modificación del control de la glucemia. El pronóstico de los pacientes con el cuadro agudo es bueno y este suele resolverse dentro del año de su comienzo.

Mecanismos responsables del dolor neuropático en pacientes diabéticos 
Hasta el momento se desconocen los mecanismos exactos responsables del dolor neuropático en los pacientes diabéticos. Entre los propuestos se incluye la afectación neuroestructural, las variaciones  inestabilidad de la glucemia y el aumento de la inestabilidad del flujo sanguíneo periférico epineural. También se informó la afectación de la microcirculación cutánea, la disminución de la densidad de las fibras nerviosas, el aumento de la vascularización talámica y la disfunción autonómica.
Evaluación y diagnóstico de los pacientes con NDP
El diagnóstico de NDP es clínico. Los pacientes refieren síntomas distales y simétricos que se exacerban por la noche. Los estudios de conducción nerviosa y la evaluación sensorial cuantitativa pueden ser de utilidad como complemento diagnóstico. En general, el paciente refiere embotamiento de la sensibilidad en los pies. Es importante analizar los antecedentes clínicos y examinar la vasculatura y la función neurológica periférica, ya que la neuropatía diabética se diagnostica por exclusión. Además, hay escalas de utilidad para valorar la frecuencia y la gravedad sintomática, como el Neuropathic Pain Symptom Inventory, el Modified Brief Pain Inventory, el Neuropathic Pain Questionnaire y el McGill Pain Questionnaire. La evaluación de la calidad de vida puede realizarse mediante el NeuroQol, la Norfolk Quality of Life Scale y el Neuropathic Pain Impact on Quality of Life Questionnaire (NePIQoL). El empleo de escalas como la Hospital Anxiety and Depression Scale (HADS) puede resultar útil para valorar las consecuencias del dolor sobre el estado de ánimo del paciente.
Tratamiento de los pacientes con NDP dolorosa
El abordaje multidisciplinario de los pacientes con NDP es fundamental, ya que la entidad es multidimensional. Debe incluir el aporte de profesionales especializados en diabetología, endocrinología, neurología, dolor, enfermería, podología, psicología y fisioterapia, entre otros. Si bien se asoció la NDP con la falta de control glucémico, hasta el momento no se realizaron estudios controlados y aleatorizados al respecto. Dadas las dificultades para efectuar esos estudios y el consenso sobre la importancia del control glucémico, este último debe ser adecuado. También se recomienda evaluar otros factores de riesgo vascular, como la hipertensión arterial y la dislipidemia. 
Estrategias farmacológicas
Los únicos fármacos aprobados por la Food and Drugs Administration (FDA) de los Estados Unidos y la European Medicines Agency para el tratamiento del dolor neuropático asociado con la diabetes son la duloxetina y la pregabalina, si bien hay numerosos fármacos eficaces. Debe considerarse que el control glucémico adecuado es el único abordaje terapéutico que puede modificar la evolución natural de la NPD, en tanto que el resto de los tratamientos sólo actúan sintomáticamente.

Los antidepresivos tricíclicos (ATC) son eficaces para el tratamiento de los pacientes con NPD dolorosa. Su administración resultó beneficiosa para lograr analgesia ante estímulos térmicos, mecánicos y eléctricos. Los mecanismos implicados en su efecto beneficioso incluyen la inhibición de la recaptación de noradrenalina y serotonina en las vías descendentes de analgesia central y el antagonismo de los receptores N-metil-D-aspartato (NMDA), mediadores de la hiperalgesia y la alodinia. Los compuestos más útiles son la amitriptilina y la imipramina, ya que inhiben la recaptación de noradrenalina y serotonina en forma equilibrada. No obstante, los compuestos noradrenérgicos se toleran mejor. Debido a los efectos adversos de los ATC, se recomienda el aumento paulatino de la dosis y efectuar un control electrocardiográfico a fin de evitar su empleo en los pacientes con prolongación del intervalo PR o QT corregido, ya que esto incrementa el riesgo de muerte súbita.
Los inhibidores de la recaptación de noradrenalina y serotonina (IRNS) aumentan la disponibilidad de ambos neurotransmisores en la hendidura sináptica a nivel de la vía descendente de analgesia central, lo cual inhibe los impulsos dolorosos.
La duloxetina es un IRNS con propiedades analgésicas y antidepresivas, y su eficacia en los pacientes con NPD dolorosa fue corroborada en diferentes estudios. En dosis de 60 o 120 mg/día mantuvo su eficacia durante un período de hasta 12 semanas. En cerca de la mitad de los pacientes el dolor disminuye un 50%. Si bien la duloxetina no causa aumento ponderal, puede provocar náuseas, somnolencia, mareos y estreñimiento, entre otros efectos adversos. La venlafaxina es otro IRNS eficaz en los pacientes con dolor, pero su uso en caso de diabetes se encuentra limitado por sus efectos adversos cardiovasculares.

Los anticonvulsivos empleados con mayor frecuencia para aliviar el dolor neuropático son la gabapentina y la pregabalina. Su mecanismo de acción consiste en la unión a la subunidad α-2-δ de los canales de calcio, lo cual disminuye el influjo de calcio y la liberación de neurotransmisores. La información sobre el empleo de agentes de primera generación, como la carbamazepina, es escasa. La lamotrigina y la lacosamida son anticonvulsivos que tendrían cierta eficacia en los pacientes con NDP dolorosa, aunque no se cuenta con resultados concluyentes al respecto. El topiramato también resultó eficaz para aliviar el dolor. Su administración se asoció con disminución ponderal y mejoró la tensión arterial y el perfil lipídico de los pacientes, aunque se observó una frecuencia de 39.5% de interrupción del tratamiento debido a la aparición de eventos adversos.
La administración de lidocaína por vía intravenosa resultó beneficiosa, pero sólo es apropiada en los casos refractarios de NDP, ya que no se cuenta con formulaciones orales y requiere monitoreo electrocardiográfico. El antiarrítmico mexiletina es un análogo estructural de la lidocaína que puede emplearse por vía oral. En los estudios clínicos se informó su eficacia para reducir el dolor neuropático, aunque la analgesia fue moderada y su empleo requiere un monitoreo electrocardiográfico regular. Finalmente, se informó que el tratamiento con parches de lidocaína fue tan eficaz como la pregabalina para aliviar el dolor.

La prescripción de opioides para tratar a los pacientes con dolor neuropático no es aceptada por todos los profesionales debido al potencial adictivo de estos fármacos. Pueden resultar adecuados en los pacientes que no responden a los tratamientos de primera línea. El opioide más estudiado es el tramadol, un agente con un potencial bajo de abuso en comparación con otros opioides y que no suele provocar tolerancia.

Los tratamientos tópicos tienen la ventaja de ocasionar escasos efectos adversos, no interactuar con otros fármacos y no necesitar un período de titulación, aunque los estudios adecuados sobre su empleo son escasos. Por ejemplo, la capsaicina tópica actúa mediante la liberación de sustancia P de las terminaciones nerviosas, lo cual genera depleción. Su aplicación 3 a 4 veces por día puede aliviar el dolor. Entre los agentes que modifican la enfermedad se destaca el ácido alfa-lipoico; su administración por vía intravenosa produjo un alivio del dolor neuropático. No obstante, se necesitan más estudios al respecto.

Los fármacos de primera línea incluyen los ATC, los IRNS y el agonista α-2-δ. El IRNS más recomendado es la duloxetina, en tanto que el anticonvulsivo de elección es la pregabalina. La elección debe adecuarse a las características y necesidades de los pacientes. En ausencia de respuesta al tratamiento puede probarse otro fármaco de primera línea. Si el esquema no resulta útil, puede considerarse la combinación de fármacos de primera línea y, si no hay respuesta, agregar un opioide.
Tratamientos no farmacológicos
Existen escasos estudios sobre las estrategias no farmacológicas para tratar a los pacientes con NPD dolorosa. Entre las estrategias alternativas se mencionan la acupuntura, la fototerapia infrarroja, el láser de baja intensidad, la estimulación eléctrica transcutánea y la estimulación neural electromagnética de frecuencia modulada. También se destacan la estimulación muscular externa de alta frecuencia y la implantación de un estimulador eléctrico en la médula espinal.
Conclusión
Si bien la NDP dolorosa es una entidad frecuente, su diagnóstico y tratamiento no son adecuados. El diagnóstico puede realizarse mediante un examen físico que, en general, pondrá de manifiesto una afectación sensorial bilateral. Los fármacos de primera línea para el tratamiento incluyen los ATC, la duloxetina, y la pregabalina o la gabapentina. El tratamiento debe acompañarse de la optimización del control glucémico y la modificación de los factores de riesgo cardiovascular. Los pacientes con cuadros de dolor más intenso pueden requerir una combinación de fármacos. Es necesario contar con otros estudios que permitan conocer las opciones más eficaces de tratamiento.