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domingo, 23 de junio de 2013

USO DE ESTATINAS ASOCIADO A RIESGO DE AFECCIONES MUSCULOESQUELÉTICAS

Resumen y comentario
USO DE ESTATINAS ASOCIADO A RIESGO DE AFECCIONES MUSCULOESQUELÉTICAS
Las lesiones musculares, así como mialgia y debilidad pueden ser atribuibles a estos fármacos.
El uso de estatinas se ha asociado con el riesgo de mialgia, debilidad muscular, calambres musculares, y rabdomiólisis. Muchos médicos dirían que mientras más se pregunta a los usuarios de estatinas sobre las condiciones de los músculos, más se descubren.
En un estudio de cohorte retrospectivo del sistema de salud militar, los investigadores identificaron cerca de 14.000 pacientes que usaron estatinas durante al menos 90 días y 37.000 no usuarios. Los usuarios de estatinas fueron significativamente más propensos a tener una amplia gama de factores de riesgo cardíaco y diagnósticos, así como otras enfermedades crónicas, pero los investigadores fueron capaces de igualar aproximadamente 7.000 pacientes en cada grupo de 42 características iniciales. Durante 4,5 años de observación, la probabilidad de que los usuarios de estatinas (en comparación con los no usuarios) desarrollar uno o más de un gran grupo de diagnóstico de los trastornos musculoesqueléticos era 19% más alto, el riesgo para las lesiones agudas osteomusculares como esguinces y torceduras era 13% más alto, y musculoesquelético dolor era un 9% más común (todas las diferencias entre grupos fueron significativas). La probabilidad de tener osteoartritis y otras artropatías fue 7% mayor (p = 0,07).
Comentario: El exceso de riesgo de torceduras, esguinces y otras lesiones es biológicamente posible, sobre la base de los problemas conocidos de la debilidad muscular, la preocupación por las tendinopatías asociados, y la inhibición de la síntesis de coenzima Q10 (que afecta el metabolismo muscular). Condiciones musculares son de suficiente importancia y prevalencia de constituir un factor esencial para decidir si el uso de estatinas es apropiado para un paciente determinado.
Publicado en Journal Watch Medicina General 20 de junio 2013


sábado, 18 de mayo de 2013

INSUFICIENCIA CARDÍACA EN LOS SÍNDROMES CARDIORRENALES

Revisión de los posibles tratamientos para el manejo de los pacientes con insuficiencia cardíaca y disminución de la función renal.
Dr. Andrew House
SIIC
Am J Kidney Dis 56:759-773.
Los síndromes cardiorrenales (SCR) son los trastornos del corazón y los riñones por los cuales la disfunción aguda o a largo plazo de un órgano puede provocar afecciones graves o a largo plazo de la otra. El manejo de las enfermedades cardiovasculares y de los factores de riesgo pueden influir de una manera beneficiosa o perjudicial en la función renal y la progresión de la lesión renal. En esta revisión se evalúan y analizan las estrategias terapéuticas para el manejo de los pacientes con insuficiencia cardíaca con función renal disminuida y pone de relieve la necesidad de futuros estudios de alta calidad en pacientes en los que coexiste la enfermedad renal y la cardíaca.
Introducción
Las enfermedades cardíacas se asocian en forma independiente con una disminución de la función renal y la progresión de las enfermedades renales existentes. Por el contrario, la enfermedad renal crónica (ERC) representa un factor de riesgo independiente de eventos y enfermedad cardiovascular. Tanto en el ajuste de la fase aguda como a más  largo plazo, incluso las pequeñas disminuciones del índice de filtrado glomerular (IFG) se asocian a efectos adversos. En los pacientes con descompensación cardíaca aguda, un aumento agudo de la creatininemia >0.3 mg/dl se asocia con mayor mortalidad y días de internación hospitalaria, y, reingresos más frecuentes. Un aumento agudo de la creatininemia se acompaña de un 21-45% de hospitalizaciones por insuficiencia cardíaca aguda (ICA), en función de los plazos y la magnitud del aumento de la creatininemia. La disminución de la función renal también está presente como una comorbilidad importante en aproximadamente el 50% de los pacientes con insuficiencia cardíaca crónica. Los resultados clínicos en la insuficiencia cardíaca son escasos, y la disminución concomitante de la función renal con IFG <60 ml/min/1.73 m2 aumenta significativamente el riesgo de mortalidad. Esto justifica la preocupación que ha surgido con respecto a la capacidad de los médicos no solo para prevenir y manejar estas condiciones difíciles, sino también frente a las enormes demandas de recursos económicos y derechos de los trabajadores de la salud.
Es importante entender que el manejo de las enfermedades cardiovasculares y los factores de riesgo pueden ser una influencia beneficiosa o perjudicial para la función renal y la progresión de la lesión renal. La anticipación y la adaptación de estas influencias pueden ayudar a optimizar la función tanto del corazón como de los riñones y mejorar los resultados.
Clasificación de los síndromes cardiorrenales
La tríada de disminución concomitante de la función renal, la insuficiencia cardíaca congestiva resistente al tratamiento (es decir, la resistencia a los diuréticos), y el empeoramiento de la función renal durante el tratamiento de la insuficiencia cardíaca ha sido habitualmente denominada síndrome cardiorrenal (SCR). Sin embargo, habitualmente ha surgido la necesidad de una definición más precisa y se ha establecido una nueva clasificación con el fin de estimular el reconocimiento y la comprensión más profundos de los mecanismos subyacentes de los síndromes. Es de esperar que esta clasificación conduzca a nuevas estrategias para el manejo clínico y terapéutico.
● Definición general de los síndromes cardiorenales
Trastornos del corazón y los riñones en los que la disfunción aguda ocrónica de un órgano puede inducir la disfunción aguda o crónica del otro.

● Síndrome cardiorrenal agudo (tipo 1) 
Empeoramiento agudo de la función cardiaca que conduce a una disminución de la función renal.

● Síndrome cardiorrenal crónico (tipo 2)
Alteraciones a largo plazo de la función cardíaca que conduce a la disminución de la función renal.

● Síndrome cardiorrenal Agudo (tipo 3)
Empeoramiento agudo de la función renal que causa disfunción cardiaca.

● Síndrome cariorrenal crónico (tipo 4)
Alteraciones a largo plazo en la función renal que conducen ala enfermedad cardiaca.

● Síndrome cardiorrenal secundario (tipo 5)
Condiciones sistémicas que causan disfunción simultánea del corazón y el riñón.
Un trabajo reciente basado en la comunidad del panel de la International Acute Dialysis Quality Initiative dio lugar a una declaración de consenso global sobre los SCR, su clasificación, epidemiología, prevención y manejo como así el uso de biomarcadores.
Manifestaciones clínicas y fisiopatología
SIndrome cardiorrenal agudo
El caso clínico común de un SCR (tipo 1) es el de un paciente internado por ICA que experimenta el empeoramiento de la función renal durante la hospitalización. El diagnóstico de deterioro de la función renal o de lesión renal aguda se basa en el aumento agudo de la creatininemia y/o la presencia de oliguria. La ICA se puede caracterizar por el empeoramiento agudo de los síntomas y los signos de la insuficiencia cardíaca (disnea, estertores pulmonares, congestión pulmonar en la radiografía de tórax, aumento de la presión venosa yugular y edema periférico). Sin embargo. La ICA es una enfermedad muy heterogénea con diferentes presentaciones clínicas y múltiples factores precipitantes. Muchos pacientes con ICA conservan la fracción de eyección del ventrículo izquierdo, y en aproximadamente un tercio, la ICA se precipita por un síndrome coronario agudo. Las alteraciones hemodinámicas son muy variables, y van  desde el edema agudo de pulmón con hipertensión hasta una sobrecarga grave de líquidos periféricos con shock cardiogénico e hipotensión.

A pesar de que la hipotensión y la disminución del gasto cardíaco (con activación de los sistemas nervioso simpático y renina-angiotensina-aldosterona (SRAA) han sido las explicaciones tradicionales para el proceso fisiopatológico que subyace al empeoramiento de la función renal en este contexto, la evidencia reciente ha implicado al aumento de la presión venosa y de la presión intrabdominal que lleva a la congestión venosa renal y contribuye de manera igual y tal vez más importante al deterioro de la función renal. Los niveles aumentados de citocinas circulantes debido a las lesiones cardíacas también alcanzan los riñones y podrán participar en el proceso de la lesión renal aguda. La vasoconstricción renal persistente del túbulo glomerular y varias sustancias vasoactivas (adenosina y endotelina) como así la menor capacidad de respuesta renal al péptido natriurético y el deterioro de la autorregulación del IFG pueden representar un papel en el proceso, sobre todo en el entorno del bloqueo del SRAA). La aparición de la resistencia al diurético es multifactorial e incluye la disminución del aporte de solutos a los túmulos, causada por la disminución del flujo sanguíneo renal, del IFG, la hipoalbuminemia y, el fenómeno del diurético "frenado", causado por la mayor reabsorción de sodio y la hipertrofia del tubular distal.
Síndrome cardiorrenal crónico
La disminución de la función renal en pacientes con insuficiencia cardíaca es muy común, y la disfunción cardíaca influye negativamente a largo plazo sobre la función renal (SCR tipo 2). La prevalencia de un IFG <60 ml/min/1.73 m2 (estadio ≥3 de la enfermedad renal crónica) está excesivamente representada en la insuficiencia cardíaca crónica y puede alcanzar al 30-40%. Sin embargo, en los pacientes hospitalizados por ICA, la prevalencia de un IFG <60 ml/min/1.73 m2 en el momento de la admisión llega al 70% de probabilidad, lo que refleja una combinación de pacientes con enfermedad renal crónica y lesión renal aguda superpuestas.
En un paciente con insuficiencia cardíaca crónica, las manifestaciones clínicas frecuentes son el aumento de la presión arterial, el empeoramiento gradual de la función renal con mayor susceptibilidad a las complicaciones terapéuticas (empeoramiento del IFG y trastornos electrolíticos), y la resistencia a los diuréticos con edema periférico. La disminución de la función renal parece ser uno de los predictores más poderosos de mal pronóstico de la insuficiencia cardiaca. En la patogénesis de los SCR crónicos se han propuesto varios mecanismos: la sobreactivación crónica del SRAA y del sistema nervioso simpático, y niveles más elevados de sustancias inflamatorias y marcadores de estrés cardíaco, tanto en la circulación como en los órganos blanco. La regulación hacia arriba a largo plazo de la endotelina 1 seguida del fortalecimiento de la acción del factor de crecimiento transformdor ß y del factor nuclear kB pueden causar la iniciación y la progresión de la fibrosis renal y la glomerulosclerosis.
Manejo
Muchos tratamientos usados durante décadas para la ICA no han sido evaluados por estudios aleatorizados y controlados. El tratamiento incluye el uso cauteloso y combinado de medicamentos o intervenciones para aliviar los síntomas de la congestión y/o la isquemia; el manejo estricto de los líquidos en función del estado hemodinámico y circulatorio y el seguimiento de la respuesta clínica al tratamiento. En casos más graves se puede considerar el monitoreo hemodinámico, aunque la introducción de catéteres en la arteria pulmonar no ha mejorado el resultado clínico o renal. El objetivo más importante del tratamiento del SCR tipo 2 es el bloqueo del sistema nervioso simpático y SRAA, siempre que sea posible. Para lograrlo, las estrategias terapéuticas suelen requerir múltiples regímenes medicamentosos, con un estrecho seguimiento de los posibles efectos secundarios y el ajuste periódico de la dosis. Los tratamientos para los SCR tipo 1 o 2 no están destinados a ser mutuamente excluyentes ya que los pacientes suelen oscilar entre ambas categorías clínicas.
Tratamientos farmacológicos para el SCR tipo 1
Diuréticos y vasodilatadores
El manejo y la prevención del SCR tipo 1 en el contexto de la ICA o del shock cardiogénico es son gran parte empírico, porque muchos tratamientos tradicionales para aliviar la congestión y/o los síntomas isquémicos (diuréticos, vasodilatadores y morfina) no han sido estudiados con rigor. Aunque las estrategias para mejorar el gasto cardíaco y la presión de perfusión renal son importantes, las últimas pruebas de la elevación de la presión venosa, el  aumento de la presión intrabdominal y la congestión renal aumentan la importancia de los diuréticos y de los vasodilatadores en el manejo temprano.
Aunque los diuréticos se han sido utilizados durante décadas para facilitar el pronto alivio de los síntomas de ICA, el manejo suele complicarse insidiosamente por el deterioro de la función renal. En algunos estudios, pero no en otros, las dosis elevadas de diuréticos se han asociado a una mala evolución, aunque la gravedad de la enfermedad actúa como un factor de confusión. El objetivo del uso de diuréticos es disminuir el volumen de líquido extracelular a una velocidad que permita la recarga desde el intersticio del compartimiento intravascular, teniendo en cuenta que los diuréticos pueden agravar el desequilibrio de electrolitos, contraer el volumen circulante efectivo y favorecer la activación neurohormonal de respuestas desfavorables. Los diuréticos de asa, como la furosemida, son preferibles a las tiazidas, las que suelen tener una eficacia limitada en las etapas más avanzadas de la insuficiencia renal. Sin embargo, la dosis óptima, la frecuencia y la vía de administración de los diuréticos de asa no han sido bien estudiadas. Está en ejecución el estudio Diuretic Optimal Strategy Evaluation in Acute Heart Failure (DOSE-AHF) que ha sido diseñado para examinar la utilización óptima de la furosemida en pacientes con ICA, e incluye 300 pacientes en un diseño factorial 2 ´ 2 y compara el efecto de las dosis elevadas y bajas de furosemida en infusión vs. bolo. Como resultados clínicos importantes, este estudio incluirá los cambios del nivel de creatinina sérica y de los síntomas.
La nitroglicerina es un donante de óxido nítrico que a con frecuencia se utiliza para aliviar los síntomas y mejorar la hemodinámica de los pacientes con ICA. En dosis más bajas produce dilatación de las vénulas y disminuye las presiones de llenado cardíaco como así la demanda miocárdica de oxígeno. En dosis más elevadas disminuye la poscarga y aumenta el gasto cardíaco. Dos efectos limitantes son la inducción de hipotensión y de tolerancia a los nitratos. Aunque no hay ensayos aleatorizados en insuficiencia cardíaca, la experiencia clínica apoya su utilidad como una medida nueva de la perfusión tisular a la cabecera del enfermo.
El nitroprusiato de sodio actúa a través del monofosfato de guanosina cíclica en el músculo liso vascular y provoca una vasodilatación arterial y venosa significativa. Al igual que con la nitroglicerina, su uso suele reservarse para los pacientes con presión arterial normal o aumentada, signos de aumento de la precarga, la poscarga y congestión de las venas pulmonares.  Durante mucho tiempo, el nitroprusiato ha sido considerado potencialmente peligroso para los pacientes con función renal disminuida debido a la acumulación de tiocianato. Sin embargo, en un ensayo aleatorizado de ICA se asoció con mejores resultados y estabilidad de la función renal; el estudio incluyó pacientes con diferentes grados de disminución de la función renal y a algunos con hipotensión manifiesta.
La nesiritida, una forma recombinante del péptido natriurético B humano, administrada en la ICA, disminuye la precarga, la poscarga  y la resistencia vascular pulmonar; aumenta el gasto cardíaco y provoca una diuresis eficaz y el rápido alivio de la disnea. No obstante, en estudios sobre seguridad y efectos renales de la nesiritida se han obtenido resultados mixtos. Un metaanálisis de ensayos doble ciego controlados informó que la nesiritida no evitó el SCR tipo 1 en el grupo tratado y aumentó el riesgo de empeoramiento de la función renal como así la mortalidad. Sin embargo, en otro ensayo aleatorizado, doble ciego, controlado con placebo, de pacientes con ICA pre-existente no se observó disminución de la función renal. Hasta el momento, no hay una respuesta concluyente sobre la utilización segura de de la nesiritida. Pero, con el fin de establecer cuál es su papel se está llevando a cabo un importante estudio multicéntrico de 7.000 pacientes, el Acute Study of Clinical Effectiveness of Nesiritide in Decompensated Heart Failure (ASCEND-HF), sobre la eficacia clínica de la nesiritida en la insuficiencia cardíaca descompensada.
Inotrópicos
Cuando la función renal está en peligro de quedar anulada por la isquemia miocárdica aguda con un gasto bajo y procesos inflamatorios que surgen por la activación de las citocinas, se deben hacer todos los esfuerzos posibles para limitar el daño miocárdico hipóxico, con el fin de preservar el aporte de oxígeno a los órganos y frenar la aparición de la cascada inflamatoria. En casos extremos de gasto cardíaco bajo, pueden ser necesarios los fármacos inotrópicos positivos, como la dobutamina o los inhibidores de la fosfodiesterasa, aunque su uso puede acelerar algunos de los mecanismos fisiopatológicos, aumentar las lesiones miocárdicas y las arritmias y, potencialmente, empeorar los resultados. Cuffe et al. informaron los resultados de un ensayo prospectivo y aleatorizado de milrinona, el OPTIME-CHF (Outcomes of a Prospective Trial of Intravenous Milrinone for Exacerbations of Chronic Heart Failure), en pacientes con ICA que mostró una incidencia mayor de hipotensión, más arritmias, ningún beneficio sobre la mortalidad o las hospitalizaciones, mientras que el análisis post hoc mostró que la milrinona puede aumentar la mortalidad en los pacientes con miocardiopatía grave. No se infirmaron los efectos de este tratamiento sobre la función renal.
El levosimendan, un inhibidor de la fosfodiesterasa con actividad lusitrópico (sensibilizador de calcio), mejora la hemodinamia y la perfusión renal; como sse comprobó en un ensayo aleatorizado pequeño, en el que mejoró un 45,5% el IFGe a las 72 horas vs. 0,1% logrado por la dobutamina. Este resultado no fue confirmado en un estudio más grande, el SURVIVE (Survival of Patients With Acute Heart Failure in Need of Intravenous Inotropic Support), y aunque en la guía de la European Society of Cardiology, el levosimendan está indicado para el manejo de la insuficiencia cardíaca, el fármaco todavía no está disponible en Norteamérica y aún no se ha establecido cuál es su papel preciso en el tratamiento o la prevención del SCR.
Otros regímenes farmacológicos
Se han hecho ensayos preclínicos y clínicos de tratamientos nuevos que prometen prevenir la morbilidad (incluyendo el SCR tipo 1) y la mortalidad en pacientes con ICA. Sin embargo, ensayos aleatorizados posteriores no han podido demostrar un beneficio de los antagonistas de los receptores de endotelina, adenosina y vasopresina.
Tratamientos farmacológicos para el síndrome cardiorrenal tipo 2
Bloqueantes del SRAA
El bloqueo del SRAA es una parte fundamental del manejo de los pacientes con insuficiencia cardíaca. Sin embargo, generalmente los estudios en insuficiencia cardíaca congestiva han excluido a los pacientes con función renal muy disminuida o eliminado del estudio a los pacientes que sufrieron cambios en la función renal durante los períodos de acción del bloqueo del SRAA. No obstante, los análisis retrospectivos han hallado que se incluyó una proporción importante de pacientes con función renal disminuida (clearance de creatinina o IFG <60 ml/min/1.73 m2). Sobre la base de estos estudios, los efectos del bloqueo del SRAA en pacientes con insuficiencia cardíaca han sido igualmente beneficiosos en personas con y sin ERC.

Un problema particularmente conflictivo en el manejo clínico de los SCR tipos 1 y 2 se produce cuando los medicamentos que interfieren con el SRAA provocan perturbaciones importantes de la función renal o de la potasemia. Sin embargo, hay evidencia de efectos renoprotectores de los IECA o de los bloqueantes de los receptores de angiotensina, incluso con mucha disminución de la función renal. En una revisión sistemática de 12 estudios controlados y aleatorizados se comprobó que la creatininemia puede aumentar hasta un 30% cuando el paciente se estabiliza al cabo de 2 meses, con mejoría a largo plazo y preservación de la función renal, aunque los estudios revisados fueron de pacientes con enfermedades primarias del riñón y no con insuficiencia cardíaca y el aumento de la creatininemia fue de 10-35%, dependiendo de la población estudiado, pero se hace notar que las tasas de interrupción debido a la elevación de la creatinina sérica han sido muy variables. Por lo general, se ha recomendado que los IECA y los bloqueantes del los receptores de angiotensina pueden usarse con precaución siempre que la creatininemia no siga aumentando más allá del 30% y la potasemia se mantenga constante <5.0 mEq/L. Para los pacientes con hipovolemia o resistencia vascular sistémica baja puede ser necesario anular o retrasar el bloqueo del SRAA para mantener el IFG. Por otra parte, tanto los diuréticos como la edad avanzada representan factores de riesgo significativos para el deterioro de la función renal en relación la inhibición del SRAA.
Bloqueantes de la aldosterona
Los fármacos como la espironolactona y la eplerenona han mejorado la morbilidad y la mortalidad en los pacientes con una fracción de eyección del ventrículo izquierdo <35% a pesar de los tratamientos convencionales o con una fracción de eyección <40% después de un infarto agudo de miocardio. No obstante, han surgido preocupaciones acerca del bloqueo de la aldosterona combinado con IECA en el manejo de los pacientes con insuficiencia cardiaca, ya que desde la publicación del estudio RALES (Randomized Aldactone Evaluation Study), la indicación de espironolactona y las tasas de hospitalizaciones y mortalidad relacionadas con la hiperpotasemia han aumentado considerablemente, y se estima que en Estados Unidos provoca un exceso de hospitalizaciones anuales de aproximadamente 37.000 con 4.200 muertes al año, lo que podría estar relacionado con su administración. La selección correcta de los pacientes, incluyendo los que tienen disminución de la fracción de eyección ventricular y excluyendo a aquellos con ERC moderada (creatininemia ≥ 2,5 mg/dl o hiperpotasemia >5,0 mEq/L), que fueron los criterios de exclusión establecidos en el RALES, podría reducir el riesgo de hiperpotasemia potencialmente mortal.

Bloquenates ß
El tratamiento con bloqueantes ß tiene un papel importante en la inhibición del sistema nervioso simpático en pacientes con insuficiencia cardíaca congestiva y/o cardiopatía isquémica, y su uso generalmente es considerado neutral para la función renal. Ciertos bloqueantes ß pueden estar relativamente contraindicados debido a la alteración de la farmacocinética, y en general, no se recomiendan en el SCR de tipo 1 hasta que se el paciente se haya estabilizado hemodinámicamente. Los bloqueantes ß generan una preocupación particular pues se excretan por el riñón, como el atenolol, el nadolol o el sotalol, y es prudente evitarlos en los pacientes con SCR y diabetes tipo 2 con una disminución más significativa de la función renal. Estas consideraciones no deben impedir más adelante, en la fase más estable de la insuficiencia cardíaca, la administración lenta, cautelosa y titulada de los bloqueantes ß. Por otra parte, estos fármacos pueden ser utilizados para tratar la isquemia miocárdica y disminuir la frecuencia cardiaca en la fibrilación auricular de alta frecuencia, en presencia de insuficiencia cardíaca; el metoprolol también tiene un perfil farmacocinético seguro en los pacientes con ERC. Asimismo, el carvedilol, un bloqueante ß con efecto bloqueante a1 ha tenido efectos favorables en algunos subgrupos con enfermedad cardíaca y renal y por lo tanto brinda un beneficioso superior al de las formulaciones con bloqueantes ß más antiguas.
Tratamiento antitrombótico
Otros agentes utilizados en el manejo de la insuficiencia cardiaca congestiva, especialmente la secundaria a la cardiopatía isquémica, son los antiagregantes plaquetarios, los que podrían agravar el SCR tipo 2. Aunque la aspirina potencialmente puede interferir con el IFG a través de su acción sobre la ciclooxigenasa y las prostaglandinas renales, en dosis bajas ha sido considerada segura en pacientes con enfermedad renal. Esto fue confirmado en el primer estudio Heart and Renal Protection  del Reino Unido, que demostró que la administración diaria de aspirina en dosis baja (100 mg) no provocó una disminución importante del IFG ni aumentó el riesgo de necesidad de tratamiento de reemplazo renal. Tampoco aumentó el riesgo de sangrado mayor, aunque estos pacientes tuvieron mayor riesgo de sangrado menor.
El clopidogrel fue estudiado como una intervención en el estudio CURE (Clopidogrel in Unstable Angina to Prevent Recurrent Events), en el cual se muestra el efecto beneficioso del agregado de clopidogrel al tratamiento con aspirina de los pacientes con síndrome coronario agudo y diferentes grados de disminución de la función renal. En contraste, un estudio comparativo de clopidogrel con placebo a largo plazo después de una intervención percutánea electiva (estudio CREDO (Clopidogrel for the Reduction of Events During Observation]) halló que los participantes con leve a moderada ERC no obtuvieron ningún beneficio del tratamiento con clopidogrel, comparado con los pacientes con función renal normal. Por lo tanto, la eficacia del clopidogrel en pacientes con disminución de la función renal es incierta y se requiere más confirmación.
Otros agentes antitrombóticos como la heparina de bajo peso molecular, particularmente en el síndrome coronario agudo, pueden ir asociados con episodios de hemorragia mayor y la necesidad de ajustar la dosis o a la sustitución por heparina no fraccionada, teniendo en cuenta la disminución de la función renal.
Manejo de la anemia
La insuficiencia cardíaca congestiva se asocia con anemia, cuyas secuelas pueden agravar la insuficiencia cardiaca y la función renal, una espiral de progresión de la enfermedad no deseada con empeoramiento de los síntomas. Por otra parte, la activación de los receptores cardíacos puede actuar como protección de la apoptosis, la fibrosis y la inflamación, lo que justifica el uso de agentes estimulantes de la eritropoyesis (AEE) en los pacientes insuficiencia cardíaca. En consonancia con tales datos experimentales, estudios clínicos preliminares muestran que la administración de AEE a pacientes con insuficiencia cardíaca crónica, insuficiencia renal crónica, anemia y SCR tipo 2 mejora la función cardíaca, disminuye el tamaño ventricular izquierdo y el nivel del péptido natriurético tipo B. Sin embargo, un ensayo reciente aleatorizado en pacientes con síntomas de insuficiencia cardíaca no mostró una mejoría de los síntomas, la calidad de vida, la duración del ejercicio u otro tipo de parámetros clínicos.
A pesar del aparente beneficio del tratamiento de la anemia en pacientes con enfermedad renal crónica observado en estudios de AEE, los resultados decepcionantes de los estudios CORO (Correction of Hemoglobin and Outcomes in Renal Insufficiency), CREATE (Cardiovascular Risk Reduction by Early Anemia TreatmentWith Epoetin Beta) y TREAT (Trial to Reduce Cardiovascular Events With Aranesp Therapy) como así un estudio previo en pacientes en diálisis con enfermedad cardíaca conocida han requerido una nueva valoración del nivel de hemoglobina objetivo en pacientes con ERC. En especial, se han planteado dudas sobre la seguridad de elevar los niveles de hemoglobina considerados “normales", y los ensayos clínicos en curso están obligados a establecer si los AEE representan un papel en el manejo de la insuficiencia cardíaca congestiva y el SCR tipo 2.
Teniendo en cuenta las preocupaciones acerca de los AEE, cada vez hay más interés en el uso del hierro parenteral para corregir la anemia en los pacientes con insuficiencia cardíaca congestiva. Algunos estudios han mostrado el mejoramiento de parámetros tales como los síntomas de la insuficiencia cardíaca, la utilización de oxígeno durante el ejercicio, y la fracción de eyección ventricular izquierda, como así los niveles del péptido natriurético tipo B y la función renal. En un ensayo controlado y aleatorizado, el FERRIC-HF (Ferric Iron Sucrose in Heart Failure), clinical), los resultados mejoraron poco en los grupo de  diferencia al cambiar los niveles de la hemoglobina, lo que sugiere que los efectos del hierro pueden ser intracelulares, independiente de sus efectos sobre el nivel de hemoglobina. En El FAIR-HF (Ferinject Assessment in PatientsWith Iron Deficiency and Chronic Heart Failure), 459 pacientes con insuficiencia cardíaca congestiva y deficiencia de hierro con o sin anemia fueron asignados  al azar  al tratamiento con carboximaltosa férrica o placebo, y el grupo de tratamiento activo experimentó una mejoría de los síntomas de insuficiencia cardíaca según la clasificación de la New York Heart Association (NYHA), la Prueba de Evaluación Global (Patient Global Assessment,), el test de la caminata de 6 minutos, y la calidad de vida durante las 24 semanas del estudio. Se destaca que en el SCR tipo 2, el grupo carboximaltosa-férrica tenía un IFG superior a la conclusión del estudio, ajustado por las diferencias iniciales, de 3,8 ml/min/1,73 m2.
Estatinas
El uso de la coenzima 3-hidroxi-3-metilglutaril A reductasa o estatina se ha convertido en una parte integral de la prevención primaria y secundaria de los daños cardíacos en todos los pacientes en riesgo de enfermedad cardiaca. Sin embargo, dos ensayos de alto perfil con resultados negativos en pacientes en diálisis tratados con atorvastatina o rosuvastatina han cuestionado que las estatinas son beneficiosas en pacientes con diversos grados de función renal disminuida. En un metaanálisis reciente, Strippoli et al. hallaron que las estatinas provocaron una disminución significativa de los puntos finales cardiovasculares en los pacientes con ERC, aunque la mortalidad por cualquier causa no mejoró.
Curiosamente, dicen los autores, un pequeño número de trabajos que estudiaron la nefroprotección comprobaron que la proteinuria mejoró algo, 0,73 g/día, sin una mejoría significativa del IFG. Es importante destacar que las estatinas no parecen ir acompañadas de mayores tasas de eventos adversos en pacientes con enfermedad renal. 
Terapias no farmacológicas
Ventilación con presión positiva no invasiva
En estudios pequeños para mejorar la oxigenación y el intercambio de gases y aumentar la presión intratorácica, se aplicaron métodos no invasivos de ventilación, como la ventilación con presión positiva continua o no invasiva intermitente, lo que mejoró el gasto cardíaco y la sensación de disnea en los pacientes con insuficiencia cardíaca. En un ensayo aleatorizado de más de 1.000 pacientes con edema agudo pulmón cardiogénico estos tratamientos fueron utilizados durante un n mínimo de 2 horas y se compararon con la oxigenoterapia estándar. Aunque los pacientes recibieron por vía aérea ventilación positiva continua o intermitente no invasiva, tuvieron disminuciones más marcadas de la disnea, la frecuencia cardíaca y la acidosis, mostrando al mismo tiempo hipercapnia, comparados con los pacientes que solo recibieron oxígeno suplementario; no hubo diferencias en la mortalidad a los 7y 30 días o en las tasas de intubación o de internación en la unidad de terapia intensiva. No se observaron diferencias importantes entre los dos modos de ventilación no invasiva.
Ultrafiltración y/o terapia de reemplazo renal
Cuando el equilibrio de los líquidos y los síntomas congestivos se hacen cada vez más difíciles de manejar con los tratamientos médicos convencionales, para disminuir la sobrecarga excesiva de líquidos se ha utilizado la ultrafiltración intermitente (aislada) o la hemo(dia)filtración, en el caso de una disminución importante de la función renal, y también para corregir el desequilibrio electrolítico y el estado ácido-base. En el estudio RAPIDCHF (Relief for Acutely Fluid-Overloaded Patients With Decompensated Congestive Heart Failure: Ayuda para Pacientes con Sobrecarga Aguda de Líquido con Insuficiencia Cardiaca Congestiva Descompensada), 20 pacientes con ICA fueron tratados con ultrafiltración y se compararon con 20 pacientes tratados en forma habitual. El grupo con ultrafiltración tuvo un balance negativo de líquido de 4,65 L vs. 2,84 L en las primeras 24 horas, con una notable mejoría de los síntomas de insuficiencia cardíaca, 81,3% vs. 43,8% a las 48 horas; en cambio, no hubo ninguna diferencia en la creatininemia. Los investigadores del estudio UNLOAD (Ultrafiltration Versus Intravenous Diuretics for Patients Hospitalized for Acute Decompensated Congestive Heart Failure: Ultrafiltración vs. Diuréticos para Pacientes Hospitalizados por Insuficiencia Cardíaca Congestiva Aguda Descompensada) examinaron esta estrategia en 100 pacientes con insuficiencia cardíaca congestiva hipervolémica y los compararon con 100 pacientes tratados clásicamente. La pérdida de peso fue mayor en el grupo de ultrafiltración (5,0 kg vs. 3,1 kg). También comprobaron menor necesidad de fármacos vasoactivos, 3,1% vs. 12,0%, con menos rehospitalizaciones y visitas a la sala de urgencias del grupo de ultrafiltración, pero no hubo diferencias en la mortalidad. La pérdida de peso mejora los síntomas pero no a expensas de la función renal porque una proporción similar experimentó empeoramiento de la función renal, 26,5% vs. 20,3% a las 48 horas. El estudio CARRESS-HF (Cardiorenal Rescue Study in Acute Decompensated Heart Failure: Estudio de de Rescate Cardiorrenal en la Insuficiencia Cardíaca Aguda Descompensada) se está llevando a cabo actualmente para definir mejor el uso de esta terapia en pacientes con ICA y SCR agudo/deterioro de la función renal.  El desarrollo de un dispositivo sencillo para ser utilizado en la cama del paciente podría proporcionar una alternativa a la medicación y permitiría contar con una aplicación clínica más amplia de la ultrafiltración en los caos resistentes de las enfermedades crónicas con SCR y sobrecarga de líquidos.
Resincronización cardíaca y terapias aumentativas
En los pacientes con insuficiencia cardíaca grave con síntomas discapacitantes, se puede considerar la terapia de resincronización cardiaca implantando un dispositivo que sincronice la contracción de ambos ventrículos. Curiosamente, en el estudio MIRACLE (Multicenter Insync Randomized Clinical Evaluation) de pacientes con cardiopatía clase III-IV de la NYHA, esta terapia mejora no solo la función ventricular izquierda sino también el IFGe en pacientes con ERC moderada.

Cuando los pacientes con ICA o shock cardiogénico y SCR agudo continúan deteriorándose a pesar del tratamiento médico máximo, algunos pacientes seleccionados pueden requerir procedimientos más invasivos, como la pulsación intraaórtica con balón, los dispositivos de asistencia ventricular o corazón artificial, como un intermedio a la recuperación de la función cardiaca o el trasplante, mejorando la perfusión y la función renal.
Conclusiones y recomendaciones
Los diferentes subtipos de SCR son un desafío particular  porque las terapias dirigidas a un órgano pueden tener efectos beneficiosos o perjudiciales para el otro. Es necesario comprender mejor las vías bidireccionales por las que las funciones del corazón y los riñones se influyen entre sí, para adaptar el tratamiento a la situación. Es claro que el deterioro de la función renal influye en la toma de decisiones terapéuticas. Por ejemplo, la proporción de individuos con insuficiencia renal crónica que reciben una modificación adecuada de los factores de riesgo y/o estrategias de intervención es más baja que en la población general, un concepto llamado "nihilismo terapéutico". Muchos estudios han demostrado que estas opciones terapéuticas están muy influenciadas por la función renal. En los pacientes en la fase terminal de su ECR que se encuentran en riesgo extremo de eventos cardiovasculares, < 50% está tratado con una combinación de aspirina, bloqueantes ß, IECA y estatinas.
Los autores expresan que es cierto que la mayoría de los ensayos clínicos realizados en esta área han excluido sistemáticamente a los pacientes con ERC importante (estadio ≥3), por lo que muchas de las recomendaciones están basadas en la opinión en lugar de guiarse por la evidencia de ensayos aleatorizados a gran escala. Para ofrecer el mejor tratamiento a los pacientes con los distintos tipos de SCR se requieren cuidados muy complejos que exigen un enfoque multidisciplinario, el cual combina la experiencia de la cardiología, la nefrología y la terapia intensiva. Por otra parte, contando con una definición por consenso del tipo de SCR, los médicos pueden prescribir tratamientos e intervenciones sobre una base fisiopatológica. Llegar a una definición por consenso permitirá el desarrollo de ensayos controlados de intervenciones destinadas a mejorar la morbilidad y la mortalidad en estas condiciones cada vez más comunes e informar mejor el tratamiento clínico. 


DEMUESTRAN LA EFICACIA DE LA EPLERENONA PARA REDUCIR EL RIESGO DE HOSPITALIZACIONES REITERADAS POR INSUFICIENCIA CARDÍACA

En estos enfermos, la eplerenona se correlacionó con una reducción del riesgo de una internación inicial y de posteriores nuevas hospitalizaciones.
Dres. Rogers JK, McMurray JJ, Pitt B y colaboradores
SIIC
Circulation 126(19):2317-2323, Nov 2012

Introducción

Las principales consecuencias de la insuficiencia cardíaca consisten en las manifestaciones clínicas, las internaciones por progresión de la enfermedad y la mortalidad temprana. La letalidad y las tasas de internaciones se consideran los principales criterios de valoración de los ensayos clínicos para la evaluación de esta afección, debido a la subjetividad de los síntomas y al riesgo de incremento de la mortalidad por el uso de los fármacos que pueden mejorar la sintomatología.

Si bien la mortalidad y las hospitalizaciones se utilizan en forma combinada, en estos ensayos se hace énfasis en la primera internación. No obstante, esta estrategia no permite cuantificar la repercusión real de las internaciones por progresión de la insuficiencia cardíaca para el individuo o los sistemas de salud, debido a la reiteración de hospitalizaciones durante el curso de la enfermedad. Asimismo, las internaciones repetidas se asocian con un elevado costo para los sistemas de salud. Por consiguiente, se destaca la relevancia de la cuantificación de estos eventos, si bien se admiten las dificultades para su interpretación estadística.

Con el fin de evaluar esta problemática se presenta un análisis de la prevalencia de la primera internación y de las posteriores hospitalizaciones por insuficiencia cardíaca en el marco del Eplerenone in Mild Patients Hospitalization and Survival Study in Heart Failure (EMPHASIS-HF).
Pacientes y métodos

En el estudio EMPHASIS-HF se evaluó la eficacia de la eplerenona para reducir el riesgo de mortalidad y de internación en individuos con síntomas leves de insuficiencia cardíaca sistólica. Participaron 2 737 pacientes con insuficiencia cardíaca de clase funcional II y fracción de eyección no mayor del 35%, que fueron divididos de modo aleatorio para recibir hasta 50 mg diarios de eplerenona, o bien placebo, en conjunto con la terapia recomendada de la enfermedad. El criterio combinado de valoración principal incluyó la mortalidad por causa cardiovascular y las internaciones por insuficiencia cardíaca.
 

En el presente análisis se investigaron las internaciones reiteradas, con hincapié en las hospitalizaciones atribuidas a insuficiencia cardíaca. Para evitar la confusión por el riesgo de mortalidad se estimó la incidencia acumulativa de estos eventos para ambos grupos de tratamiento, con aplicación de los métodos no paramétricos de Ghosh y Lin. Se utilizó además un modelo de regresión negativo binomial para definir el efecto de la eplerenona sobre la tasa de internaciones por insuficiencia cardíaca, debido a que esta función estadística puede adaptarse a las diferentes probabilidades de eventos entre los distintos individuos que integran un grupo de estudio.
 

Se investigaron los riesgos relativos (RR) con sus respectivos intervalos de confianza (IC) del 95%, con ajuste estadístico por covariables predefinidas (sexo, edad, tasa de filtrado glomerular, fracción de eyección, índice de masa corporal, hemoglobina, frecuencia cardíaca, presión sistólica, diabetes, hipertensión arterial y antecedentes de infarto de miocardio, fibrilación auricular, bloqueo completo de rama izquierda y duración del intervalo QRS superior a 130 ms).
Resultados

En la cohorte de 2 737 participantes que fueron divididos de modo aleatorio al comienzo del estudio, se informaron 458 defunciones (17%); asimismo, el 37% de los participantes (n = 1 013) debió ser hospitalizado al menos en una ocasión durante una mediana de seguimiento de 25 meses. En ese subgrupo de enfermos, un 28% fue internado por causas cardiovasculares, incluido un 17% (n = 468) de casos motivados por insuficiencia cardíaca. Se contabilizaron en total 1 985 hospitalizaciones, de las cuales el 40% (n = 793) fue atribuida a la enfermedad. Mientras que se informaron 481 internaciones por progresión de insuficiencia cardíaca en el grupo placebo, se documentaron 312 hospitalizaciones en el grupo que recibió eplerenona (35.0 contra 22.9 eventos por cada 100 pacientes, en orden respectivo).
 

Asimismo, se calculó que el 20% de los integrantes del grupo placebo experimentó al menos una internación por insuficiencia cardíaca, en comparación con el 14% de los integrantes del grupo de intervención (reducción del RR: 32%; IC: 20% a 43%; p < 0.0001). La disminución fue menor en términos de las hospitalizaciones por causas cardiovasculares (reducción del RR: 21%; IC: 11% a 31%; p = 0.0001) o por todas las causas (reducción del RR: 16%; IC: 7% a 23%; p = 0.0007), por lo que se interpretó que los beneficios de la eplerenona predominaron para las internaciones por insuficiencia cardíaca. Por consiguiente, si bien las hospitalizaciones por esta afección representaron sólo el 40% del total de las internaciones, el efecto favorable de la terapia se concentró en ese subgrupo de sujetos.
 

Se verificó que los pacientes internados por insuficiencia cardíaca se caracterizaron por mayor edad, frecuencia cardíaca más elevada, menor fracción de eyección, mayor tiempo de evolución de la afección y mayores niveles de creatininemia, entre otras variables. No obstante, no se advirtieron diferencias en estos marcadores entre los individuos que requirieron sólo una internación o más hospitalizaciones por esta enfermedad. Los autores agregan que la tasa acumulativa de internaciones por insuficiencia cardíaca en el primer año de seguimiento se estimó en 20.26 eventos y 9.20 casos por cada 100 pacientes para los grupos placebo y de intervención con eplerenona, en orden respectivo. Después del primer año, esta diferencia tendió a incrementarse, con un ritmo más reducido. La aplicación del modelo no paramétrico de Gosh y Lin permitió demostrar que esta tendencia se redujo levemente con la exclusión de la mortalidad, si bien la diferencia resultó despreciable en la comparación de los tratamientos.

Los autores destacan que, en términos relativos a los años de seguimiento, las tasas de internación por cada 100 pacientes al año se definieron en 16.99 para el grupo placebo y en 10.70 para el grupo de terapia con eplerenona (cociente: 0.63; IC: 0.55 a 0.73; p < 0.0001). La aplicación del modelo negativo de regresión binomial permitió señalar que la eplerenona se asoció con una reducción acentuada de la tasa de hospitalizaciones por insuficiencia cardíaca (RR: 0.53; IC: 0.42 a 0.66; p < 0.0001). El ajuste por las covariables predefinidas no motivó variaciones de estos resultados. Estos beneficios significativos de la terapia con eplerenona se confirmaron en los análisis diferenciados entre la primera internación y la reiteración de hospitalizaciones con posterioridad.
Discusión

En este análisis de los datos de los participantes del estudio EMPHASIS-HF con insuficiencia cardíaca sistólica con síntomas leves se demostró una frecuencia elevada de internaciones reiteradas por progresión de la enfermedad. En estos enfermos, la eplerenona se correlacionó con una reducción del riesgo de una internación inicial y de necesidad de posteriores nuevas hospitalizaciones.
 

Se hace énfasis en que las internaciones subsecuentes de los pacientes con insuficiencia cardíaca no se cuantifican en los modelos convencionales de análisis, en los cuales se registra el primer evento. Por consiguiente, el 42% de todas las hospitalizaciones por insuficiencia cardíaca descritas en el grupo placebo habrían pasado inadvertidas en una evaluación convencional de los datos de este análisis. Esta reiteración de las hospitalizaciones se vincula con importantes repercusiones para los pacientes y sus cuidadores, así como en términos de los costos para los sistemas de salud relacionados con la insuficiencia cardíaca.
 

Los autores destacan la importancia de la evaluación de las internaciones reiteradas, ya que una terapia determinada podría reducir el riesgo de la primera recurrencia, con menor eficacia en la prevención de episodios posteriores. Esta hipótesis se admite en modelos de tratamientos contra infecciones y neoplasias, aunque se desconoce su aplicación en la enfermedad cardiovascular. Se acota que, en el presente análisis, no se ha observado disminución de los efectos beneficiosos de la eplerenona en posteriores eventos. Por otra parte, una proporción relativamente reducida de los enfermos motivó un porcentaje desproporcionado de las internaciones, como se ha descrito en otros estudios. La eventual identificación de estos individuos permitiría un enfoque personalizado para una vigilancia y un tratamiento intensificados.
 

Si bien la mortalidad podría representar una variable de confusión en el análisis de las hospitalizaciones por insuficiencia cardíaca, la aplicación de un esquema no paramétrico de Ghosh y Lin, por un lado, y de un modelo lineal negativo generalizado, por el otro, permitió demostrar la escasa repercusión de este parámetro sobre los resultados obtenidos.
Conclusiones

En este análisis, los investigadores destacan la importancia de los eventos recurrentes en los pacientes con insuficiencia cardíaca sistólica, por lo cual la evaluación exclusiva de las primeras internaciones podría asociarse con una subestimación de los beneficios del tratamiento. Se propone la incorporación de este modelo de análisis en los ensayos clínicos de los individuos con insuficiencia cardíaca, así como en otras afecciones que se caracterizan por episodios recurrentes y frecuentes.

miércoles, 1 de mayo de 2013

SUBCLINICAL ATRIAL FIBRILLATION IS COMMON IN PATIENTS WITH CRYPTOGENIC STROKE


An implantable loop recorder established new diagnoses of atrial fibrillation in 25% of patients with cryptogenic stroke.
One third of ischemic strokes remain cryptogenic even after thorough inpatient evaluation. Numerous studies suggest that some of these patients may have paroxysmal atrial fibrillation (AF) that remains undiagnosed during their stroke hospitalization. Failing to detect these cases of AF may result in suboptimal antithrombotic therapy. However, what type and duration of cardiac monitoring should be used to rule out subclinical AF remain unclear.
To address this question, investigators placed implantable loop recorders (ILRs) in 51 patients who had received standard stroke evaluations, including vascular imaging, echocardiography (transthoracic in all patients and transesophageal in 30), and at least 24 hours of Holter monitoring without evidence of AF. The ILR software automatically detected AF episodes ≥2 minutes in duration. Two cardiologists independently reviewed any AF episodes detected by ILRs.
ILRs were implanted an average of 174 days after stroke. In 13 patients (25.5%), AF was detected after a median 48 (range, 0–154) days of monitoring. The other patients remained AF-free throughout an average 229 days of monitoring. AF was associated with older age, more-frequent premature atrial contractions during baseline Holter monitoring, and larger left atrial size.
Comment: In the recently completed EMBRACE trial, 15% of cryptogenic stroke patients assigned to 30-day external loop recorder monitoring received new diagnoses of atrial fibrillation, versus 3% of patients assigned to 24-hour outpatient Holter monitoring. It is possible but unlikely that some of these poststroke episodes of AF are incidental, because subclinical AF lasting only a few minutes has recently been shown to increase stroke risk, and the majority of cryptogenic strokes appear radiographically to have resulted from cardiac embolism. On these bases, several weeks of noninvasive cardiac monitoring should usually be performed in patients with cryptogenic stroke. The current study results suggest that longer periods of monitoring might detect even more cases of AF. However, relatively invasive and expensive implantable loop recorders cannot be routinely recommended until we see the results of the ongoing CRYSTAL-AF trial, which is comparing use of ILRs to routine clinical follow-up in patients with cryptogenic stroke.

sábado, 13 de abril de 2013

DEFINICIONES DE SEPSIS

Definiciones de sepsis
La sepsis debe ser definida como una respuesta sistémica a la infección que se acompaña de cierto grado de disfunción orgánica.
Dres. Jean-Louis Vincent, Steven M Opal, John C Marshall, Kevin J Tracey
Lancet 2013; 381:774–75



Los griegos de la antigüedad se referían a la sepsis como pudrición, descomposición o putrefacción. Galeno y Celso describieron los signos de la inflamación como vasodilatación periférica (rubor), fiebre (calor), dolor (dolor), aumento de la permeabilidad capilar (tumor), y disfunción orgánica (funcio laesa).
El concepto moderno de sepsis se ha centrado en la respuesta humana a los organismos invasores. En 1991, una Conferencia de Consenso de Norteamérica introdujo la idea de que la sepsis es la respuesta inflamatoria del huésped a la infección. Para simplificar, se definió el síndrome de respuesta inflamatoria sistémica (SRIS) sobre la base de 4 variables: temperatura, frecuencia cardiaca, frecuencia respiratoria, y recuento de glóbulos blancos. Para que un paciente cumpla con los criterios de SRIS solo se requiere la presencia de anormalidades menores de estas variables.
Estos criterios clínicos simples permitieron a los investigadores identificar a los pacientes que podían participar en los ensayos de sepsis y fueron adoptados rápidamente. Sin embargo, el enfoque de SRIS tiene tres grandes problemas.



Primero, los criterios de SRIS son tan sensibles que hasta el 90% de los pacientes ingresados a una unidad de cuidados intensivos cumple con esos criterios. El SRIS puede estar ocasionado por muchos procesos clínicos no infecciosos, como los traumatismos graves, las quemaduras, la pancreatitis y los episodios de reperfusión isquémica. Si la sepsis es definida por la presencia de criterios de SRIS más una infección, y como casi todos los pacientes gravemente enfermos cumplen con los criterios de SRIS, entonces la sepsis efectivamente es igual a la infección. Pero, a pesar de que todos los pacientes con sepsis tienen una infección, lo contrario no es necesariamente cierto—es decir, no todos los pacientes con infección tienen sepsis.
Segundo, la infección se acompaña realmente de una respuesta del huésped y, de hecho, es un componente importante para diferenciar la infección de la mera colonización. Casi cualquier infección—incluso una enfermedad viral menor—típicamente se asocia con fiebre y otras alteraciones como la taquicardia, cierto grado de hiperventilación y leucocitosis. Esta respuesta del huésped tiene aspectos beneficiosos; la reducción o ausencia de dichos signos de respuesta podrían sugerir que el individuo está inmunocomprometido.
Tercero, descifrar el papel de la infección en la patogénesis del SRIS ha sido difícil porque la inflamación estéril (presente, por ej., en el trauma grave, las quemaduras y la pancreatitis) y la infección pueden provocar signos clínicos de inflamación sistémica aguda similares. Por otra parte, en cualquier paciente podrían estar presentes simultáneamente varios factores de estrés.
Una segunda Conferencia de Consenso en 2001 intentó revisar los criterios de SRIS, pero no pudo llegar a concretar una lista de variables que definan la sepsis. Si los delegados ampliaban la lista de posibles criterios clínicos corrían el riesgo de que la definición resultara menos específica. También trataron de enumerar criterios mayores y menores, como la endocarditis, pero no pudieron identificar ninguno significativo. Por lo tanto, se siguen utilizando los criterios de sepsis de 1991.
Para llegar a una definición más precisa de sepsis que la que surge de la aplicación de los criterios de SRIS, es necesario establecer si es lo mismo sepsis que inflamación estéril. Varios procesos infecciosos que se asocian con la lesión tisular aguda y la activación inmunitaria innata pueden inducir un síndrome clínico similar a la sepsis, incluyendo el politraumatismo, la pancreatitis, el rechazo del trasplante y la enfermedad autoinmune. Si el SRIS está mediado por endotoxinas endógenas o un estímulo no infeccioso, puede ser muy  difícil establecer una definir. Sin embargo, dicen los autores, se sabe que la sepsis se presenta por la activación de una respuesta inmunitaria innata a un estímulo peligroso para el huésped.
Desde el punto de vista molecular, la respuesta del huésped a la infección inicial no tiene una diferencia apreciable con la respuesta del huésped a la inflamación estéril de los traumas graves, las quemaduras, las lesiones por reperfusión isquémica u otras formas de lesiones tisulares que  se acompañan de necrosis celular.
El trabajo de las últimas décadas ha mostrado que el patrón de reconocimiento de los receptores, como el de los receptores símil Toll y las familias de proteínas de los dominios de oligomerización de nucleótidos, inicia diferentes respuestas celulares. Junto a estas respuestas la sepsis sufre cambios fenotípicos.
Los receptores son activados por estructuras moleculares microbianas conservadas, como la endotoxina o el ácido lipoteicoico. Pero el patrón de reconocimiento de los receptores utilizados por el sistema inmunitario innato para unirse a los ligandos microbianos es el mismo que el de los receptores que reconocen las alarminas derivadas del tejido del huésped y que están patológicamente presentes en el ambiente extracelular. Por ejemplo, durante la lesión estéril, el grupo de alta movilidad Box 1 (HMG1B) se libera y envía señales a través de TLR4 para mediar el daño orgánico, incluso en ausencia de infección.
Tanto la infección invasiva como la necrosis tisular estéril estimulan la activación inmediata de la inflamación, la coagulación, la depuración microbiana y la reparación tisular, para estabilizar y defender al huésped de lesiones posteriores. Los signos clínicos solos no alcanzan para distinguir esta inflamación estéril de una inflamación originada por la infección. Este efecto explica porqué el fenotipo del SRIS es clínicamente indistinguible en los pacientes con infección grave y las personas con lesión grave sin infección concomitante.
Entonces, para erradicar a los microbios invasores (sepsis) o reparar los tejidos (sepsis y lesiones tisulares estériles), o ambos, las defensas inmunitarias innata y adaptativa actúan en forma combinada. En un análisis comparativo de transcriptomas, Xiao y col. comprobaron que inmediatamente después de un trauma o quemadura grave, y en las personas que recibieron endotoxina bacteriana por vía intravenosa, los leucocitos de los pacientes muestran una elevada concordancia de alta fidelidad de las señales del ARN mitocondrial. Estas observaciones indican que en la inflamación estéril y la infección invasiva, las redes de señalización se activan en forma similar y superpuesta.
Entonces, se preguntan los autores ¿dónde coloca ésto a nuestras definiciones? La sepsis no es simplemente la respuesta del huésped a la infección, ni tampoco es lo mismo que la inflamación estéril. Más bien, la septicemia es perjudicial para el huésped, es la respuesta inflamatoria a la infección no resuelta que promueve la disfunción de los órganos. Cuando los pacientes desarrollan una  infección viral de las vías respiratorias superiores con algo de fiebre y taquicardia y sin complicaciones, la mayoría de los médicos no se refiere a los pacientes como sépticos.
"La sepsis es una condición que amenaza la vida y aparece cuando la respuesta corporal a una infección daña a sus propios tejidos y órganos"
El término sepsis suele reservarse para los pacientes con una infección que “se ve mal” y cuya condición es tan grave que requiere la internación en la unidad de cuidados intensivos o un seguimiento más cuidadoso. En un Simposio Merinoff, el International Sepsis Forum escribió "la sepsis es una condición que amenaza la vida y aparece cuando la respuesta corporal a una infección daña a sus propios tejidos y órganos"—ésta es la última apreciación de la sepsis.
Es importante destacar, dicen, que en la sepsis, las respuestas proinflamatorias y antiinflamatorias coexisten y pueden llevar a la inmunosupresión. La respuesta que predomina en el fenotipo clínico varía entre los pacientes y a lo largo del tiempo en cada paciente.
¿Cómo puede definirse la respuesta desregulada del huésped mediante criterios clínicos?
“Lo que queremos decir cuando nos dicen que un paciente ´se ve mal´ es que existe un cierto grado de disfunción orgánica—por ejemplo, hay un cierto grado de hipotensión arterial, el lactato en sangre está ligeramente elevado, el intercambio de gases está alterado, o, el paciente está obnubilado o confuso. El examen sistemático de la función orgánica en el paciente infectado incluye 6 sistemas de órganos: cardiovascular, respiratorio, renal, neurológico, hepático y de la coagulación.
Otros órganos, como el intestino o el sistema endocrino son más difíciles de evaluar objetivamente. Cualquier tipo de disfunción orgánica asociada indica que existe una enfermedad grave y potencialmente mortal que debe ser tratada en forma rápida y adecuada con el fin de prevenir el desarrollo de un fallo multiorgánico y optimizar los resultados clínicos.
La sepsis difiere de la inflamación estéril, no por la naturaleza de las vías de respuesta activadas por el huésped, o por los tipos de disfunción de órganos, sino por la presencia de un proceso infeccioso subyacente. Por lo tanto, la prioridad en el manejo de un paciente con sepsis es identificar el foco de infección invasiva. La gama de infecciones que pueden inducir la sepsis es amplia, y el fenotipo clínico está, al menos en parte, determinado por el organismo infectante.
Generalmente, la infección bacteriana se puede diagnosticar mediante métodos convencionales (cultivo, sensibilidad) y el sitio de la infección puede ser identificado por los hallazgos clínicos, complementados con exámenes radiográficos. Las infecciones micóticas y parasitarias se sospechan por el contexto clínico. Las infecciones virales pueden ser un desafío diagnóstico fuera de una epidemia o pandemia epidemiológicamente definidas, pero los nuevos análisis basados en los ácidos nucleicos están permitiendo un diagnóstico más rápido y preciso.
El tratamiento rápido con antibióticos y medidas de control de la fuente infecciosa pueden ayudar al huésped a desembarazarse del patógeno; el objetivo terapéutico es la iniciación precoz de esos tratamientos y el mantenimiento de la perfusión. Una vez que el huésped ha eliminado al patógeno, el resultado clínico probablemente dependerá de lo bien que se hayan manejado las complicaciones de la infección residual o el SRIS.
Los autores expresan que los términos sepsis y sepsis grave a menudo se usan indistintamente y que para aclarar esta situación proponen incluir la evidencia de disfunción orgánica en los criterios para el diagnóstico de sepsis, es decir, la sepsis debe ser definida como una respuesta sistémica a la infección con la presencia de algún grado de disfunción de órganos.

martes, 9 de abril de 2013

DIFERENTES OPCIONES TERAPÉUTICAS PARA LOS PACIENTES DIABÉTICOS CON DOLOR NEUROPÁTICO

La neuropatía diabética periférica se observa en la mitad de los pacientes diabéticos y suele asociarse con dolor. Existen diferentes opciones para su tratamiento; la elección del fármaco depende de las características y de las necesidades de cada paciente.
Dres. Tesfaye S, Vileikyte L, Boulton A y colaboradores
SIIC
Diabetes Metabolism Research and Review 629-638, Jun 2011



Introducción y objetivos
El objetivo de la presente revisión fue evaluar la última información disponible sobre la neuropatía diabética periférica (NDP) dolorosa, y elaborar recomendaciones diagnósticas y terapéuticas consensuadas a partir de ella. Se estima que hasta el 50% de los pacientes diabéticos crónicos presentan NDP, un cuadro asociado con un aumento de la morbimortalidad. La forma crónica de la NDP es la más frecuente y la mitad de los pacientes pueden sufrir dolor, síntoma que motiva la mayoría de las consultas médicas. La prevalencia de dolor en estos enfermos oscila entre 10% y 26% según el estudio considerado.

El dolor asociado con la NDP suele describirse como quemante, eléctrico, lancinante o parestésico. La alodinia también es común, al igual que el malestar para deambular y las sensaciones subjetivas de alteración de la temperatura. En ocasiones, los síntomas ascienden hacia los miembros inferiores y superiores. Con frecuencia el dolor se intensifica durante la noche y afecta la calidad del sueño y, en consecuencia, el funcionamiento diurno. Los fármacos utilizados para disminuir el dolor pueden actuar en forma directa e indirecta sobre la calidad del sueño.

El dolor puede generar un malestar persistente más allá del tratamiento con diferentes fármacos, lo cual se acompaña de una elevada utilización de recursos, una limitación cotidiana significativa e insatisfacción con el tratamiento. La cronicidad de la NDP dolorosa puede acarrear depresión, ansiedad e insomnio, además de tener consecuencias negativas sobre el funcionamiento psicosocial del paciente. A su vez, la disfunción física y psicosocial contribuye al aumento de la sintomatología depresiva. En general, el dolor tiene un curso fluctuante y disminuye junto con el empeoramiento de la disfunción sensorial. No obstante, en otros casos no se observa una remisión clínica significativa.
NDP aguda
La NDP dolorosa aguda es una variante diferente y menos frecuente de la NDP dolorosa crónica. En el examen físico, los pacientes presentan menos signos neurológicos y refieren dolor intenso, en ocasiones asociado con disminución ponderal, depresión y disfunción eréctil en los hombres. En general, el cuadro clínico aparece tras una modificación del control de la glucemia. El pronóstico de los pacientes con el cuadro agudo es bueno y este suele resolverse dentro del año de su comienzo.

Mecanismos responsables del dolor neuropático en pacientes diabéticos 
Hasta el momento se desconocen los mecanismos exactos responsables del dolor neuropático en los pacientes diabéticos. Entre los propuestos se incluye la afectación neuroestructural, las variaciones  inestabilidad de la glucemia y el aumento de la inestabilidad del flujo sanguíneo periférico epineural. También se informó la afectación de la microcirculación cutánea, la disminución de la densidad de las fibras nerviosas, el aumento de la vascularización talámica y la disfunción autonómica.
Evaluación y diagnóstico de los pacientes con NDP
El diagnóstico de NDP es clínico. Los pacientes refieren síntomas distales y simétricos que se exacerban por la noche. Los estudios de conducción nerviosa y la evaluación sensorial cuantitativa pueden ser de utilidad como complemento diagnóstico. En general, el paciente refiere embotamiento de la sensibilidad en los pies. Es importante analizar los antecedentes clínicos y examinar la vasculatura y la función neurológica periférica, ya que la neuropatía diabética se diagnostica por exclusión. Además, hay escalas de utilidad para valorar la frecuencia y la gravedad sintomática, como el Neuropathic Pain Symptom Inventory, el Modified Brief Pain Inventory, el Neuropathic Pain Questionnaire y el McGill Pain Questionnaire. La evaluación de la calidad de vida puede realizarse mediante el NeuroQol, la Norfolk Quality of Life Scale y el Neuropathic Pain Impact on Quality of Life Questionnaire (NePIQoL). El empleo de escalas como la Hospital Anxiety and Depression Scale (HADS) puede resultar útil para valorar las consecuencias del dolor sobre el estado de ánimo del paciente.
Tratamiento de los pacientes con NDP dolorosa
El abordaje multidisciplinario de los pacientes con NDP es fundamental, ya que la entidad es multidimensional. Debe incluir el aporte de profesionales especializados en diabetología, endocrinología, neurología, dolor, enfermería, podología, psicología y fisioterapia, entre otros. Si bien se asoció la NDP con la falta de control glucémico, hasta el momento no se realizaron estudios controlados y aleatorizados al respecto. Dadas las dificultades para efectuar esos estudios y el consenso sobre la importancia del control glucémico, este último debe ser adecuado. También se recomienda evaluar otros factores de riesgo vascular, como la hipertensión arterial y la dislipidemia. 
Estrategias farmacológicas
Los únicos fármacos aprobados por la Food and Drugs Administration (FDA) de los Estados Unidos y la European Medicines Agency para el tratamiento del dolor neuropático asociado con la diabetes son la duloxetina y la pregabalina, si bien hay numerosos fármacos eficaces. Debe considerarse que el control glucémico adecuado es el único abordaje terapéutico que puede modificar la evolución natural de la NPD, en tanto que el resto de los tratamientos sólo actúan sintomáticamente.

Los antidepresivos tricíclicos (ATC) son eficaces para el tratamiento de los pacientes con NPD dolorosa. Su administración resultó beneficiosa para lograr analgesia ante estímulos térmicos, mecánicos y eléctricos. Los mecanismos implicados en su efecto beneficioso incluyen la inhibición de la recaptación de noradrenalina y serotonina en las vías descendentes de analgesia central y el antagonismo de los receptores N-metil-D-aspartato (NMDA), mediadores de la hiperalgesia y la alodinia. Los compuestos más útiles son la amitriptilina y la imipramina, ya que inhiben la recaptación de noradrenalina y serotonina en forma equilibrada. No obstante, los compuestos noradrenérgicos se toleran mejor. Debido a los efectos adversos de los ATC, se recomienda el aumento paulatino de la dosis y efectuar un control electrocardiográfico a fin de evitar su empleo en los pacientes con prolongación del intervalo PR o QT corregido, ya que esto incrementa el riesgo de muerte súbita.
Los inhibidores de la recaptación de noradrenalina y serotonina (IRNS) aumentan la disponibilidad de ambos neurotransmisores en la hendidura sináptica a nivel de la vía descendente de analgesia central, lo cual inhibe los impulsos dolorosos.
La duloxetina es un IRNS con propiedades analgésicas y antidepresivas, y su eficacia en los pacientes con NPD dolorosa fue corroborada en diferentes estudios. En dosis de 60 o 120 mg/día mantuvo su eficacia durante un período de hasta 12 semanas. En cerca de la mitad de los pacientes el dolor disminuye un 50%. Si bien la duloxetina no causa aumento ponderal, puede provocar náuseas, somnolencia, mareos y estreñimiento, entre otros efectos adversos. La venlafaxina es otro IRNS eficaz en los pacientes con dolor, pero su uso en caso de diabetes se encuentra limitado por sus efectos adversos cardiovasculares.

Los anticonvulsivos empleados con mayor frecuencia para aliviar el dolor neuropático son la gabapentina y la pregabalina. Su mecanismo de acción consiste en la unión a la subunidad α-2-δ de los canales de calcio, lo cual disminuye el influjo de calcio y la liberación de neurotransmisores. La información sobre el empleo de agentes de primera generación, como la carbamazepina, es escasa. La lamotrigina y la lacosamida son anticonvulsivos que tendrían cierta eficacia en los pacientes con NDP dolorosa, aunque no se cuenta con resultados concluyentes al respecto. El topiramato también resultó eficaz para aliviar el dolor. Su administración se asoció con disminución ponderal y mejoró la tensión arterial y el perfil lipídico de los pacientes, aunque se observó una frecuencia de 39.5% de interrupción del tratamiento debido a la aparición de eventos adversos.
La administración de lidocaína por vía intravenosa resultó beneficiosa, pero sólo es apropiada en los casos refractarios de NDP, ya que no se cuenta con formulaciones orales y requiere monitoreo electrocardiográfico. El antiarrítmico mexiletina es un análogo estructural de la lidocaína que puede emplearse por vía oral. En los estudios clínicos se informó su eficacia para reducir el dolor neuropático, aunque la analgesia fue moderada y su empleo requiere un monitoreo electrocardiográfico regular. Finalmente, se informó que el tratamiento con parches de lidocaína fue tan eficaz como la pregabalina para aliviar el dolor.

La prescripción de opioides para tratar a los pacientes con dolor neuropático no es aceptada por todos los profesionales debido al potencial adictivo de estos fármacos. Pueden resultar adecuados en los pacientes que no responden a los tratamientos de primera línea. El opioide más estudiado es el tramadol, un agente con un potencial bajo de abuso en comparación con otros opioides y que no suele provocar tolerancia.

Los tratamientos tópicos tienen la ventaja de ocasionar escasos efectos adversos, no interactuar con otros fármacos y no necesitar un período de titulación, aunque los estudios adecuados sobre su empleo son escasos. Por ejemplo, la capsaicina tópica actúa mediante la liberación de sustancia P de las terminaciones nerviosas, lo cual genera depleción. Su aplicación 3 a 4 veces por día puede aliviar el dolor. Entre los agentes que modifican la enfermedad se destaca el ácido alfa-lipoico; su administración por vía intravenosa produjo un alivio del dolor neuropático. No obstante, se necesitan más estudios al respecto.

Los fármacos de primera línea incluyen los ATC, los IRNS y el agonista α-2-δ. El IRNS más recomendado es la duloxetina, en tanto que el anticonvulsivo de elección es la pregabalina. La elección debe adecuarse a las características y necesidades de los pacientes. En ausencia de respuesta al tratamiento puede probarse otro fármaco de primera línea. Si el esquema no resulta útil, puede considerarse la combinación de fármacos de primera línea y, si no hay respuesta, agregar un opioide.
Tratamientos no farmacológicos
Existen escasos estudios sobre las estrategias no farmacológicas para tratar a los pacientes con NPD dolorosa. Entre las estrategias alternativas se mencionan la acupuntura, la fototerapia infrarroja, el láser de baja intensidad, la estimulación eléctrica transcutánea y la estimulación neural electromagnética de frecuencia modulada. También se destacan la estimulación muscular externa de alta frecuencia y la implantación de un estimulador eléctrico en la médula espinal.
Conclusión
Si bien la NDP dolorosa es una entidad frecuente, su diagnóstico y tratamiento no son adecuados. El diagnóstico puede realizarse mediante un examen físico que, en general, pondrá de manifiesto una afectación sensorial bilateral. Los fármacos de primera línea para el tratamiento incluyen los ATC, la duloxetina, y la pregabalina o la gabapentina. El tratamiento debe acompañarse de la optimización del control glucémico y la modificación de los factores de riesgo cardiovascular. Los pacientes con cuadros de dolor más intenso pueden requerir una combinación de fármacos. Es necesario contar con otros estudios que permitan conocer las opciones más eficaces de tratamiento.